ciencia ficción |
Los que sobrevivíamos en ese pueblo hacíamos la vida por las noches porque tras las 5 guerras el ozono quedó destrozado y el único momento del día para hacer vida era el nocturno. Muchas veces en nuestro pueblo había chavales jóvenes que por la curiosidad salían de sus casas cuando salía el sol, acabando con quemaduras y manchas por todo el cuerpo descubierto. La vida nocturna actual es la diurna que se hacía cuando aun no nací. Cuando cumplí los 35 ya era como el resto de la gente. Un hombre con la cara medio desfigurada por los quistes cutáneos sin cura pero mayormente se podían ralentizar/paralizar su crecimiento con pastillas. La dosis adecuada era una por día pero escaseaban y siempre eran caras. Las pastis eran nuestra razón para trabajar, nuestra esperanza de vida en caso de no consumir al menos una al día (el organismo sufría un mal estar total y los quistes se inflamaban hasta reventar provoncando la muerte).
Leyendo por las bibliotecas, donde aún conserban eso que llamaban libros descubrí que hace 500 años lo que más mataba era el hambre. Sin embargo, en este momento el hambre no mata a nadie porque tenemos 'plantaformas' químicas que sustraen directamente del suelo la sustancia necesaria para crear pastillas que nos alimentan a cien por cien.
En fin, estas otras pastillas son gratuitas y se encuentran en la mayoría de cafés o restaurantes a los que suelo frecuentar. El agua, que hasta hace 10 años era un problema. Ahora, la podemos purificar con un aparato portatil que combina biología de algas con tecnología eléctrica que recoge el agua automáticamente del ambiente, del vapor de agua que hay en el aire.
Me marcho de este pueblo porque no hay diversión, ni trabajo. Es un pueblo fantasta que sobrevive del comercio local. Aunque la industria farmacéutica nos está dejando sin capital y las ayudas financieras se acabaron.
Me largué porque era depresivo ver como la gente iba callendo por la calles por culpa de ese cáncer incurable. La escasez de capital nos mataba.
Los únicos que vivían bien eran los que se mantenían enclaustrados en sus sótanos, los que nunca vieron la luz. El problema era que padecían una enfermedad que provoca paranoia y sicopatía activa.
En fin, me adentré por la autopista y aquí estoy. Tras estos meses desplazándome por doquier.
Al fondo de la preciosa vista veo una gran cantidad de paneles de cristal oscuro. Cristal que sirve para proteger a la ciudad de los rayos de luz y también para suministrarle energía. Ahora mismo en esta ciudad están durmiendo porque por la protección de estos paneles la gente puede ver brillar el sol sin quemarse.
De todas formas, hay luz por los edificios colgantes.
Todavía, no los he visto pero dicen que estos edificios están construidos de arriba hacia abajo... anclados en los inmensos paneles que recubren la ciudad pero, sin embargo, la gente hace la vida en la parte más profunda de la ciudad para así tener sombra... que siempre es más saludable.
Los pequeños establecimientos, son pequeñas fábricas que dan servicios distintos... como en especial, comida que hace defecar a la gente... comida alta en fibra que hace funcionar los intestinos. Que en mi pueblo se estirpaban para verse más delgados. La delgadez extrema es lo que se lleva en mi pueblo.
Sin embargo, en las ciudades, es otra cosa. Con eso de la comidas voluminosas que saben a algo.
Las fábricas son automatizadas y solo unos pocos trabajan en ellas para que no paren de suministrar materias de consumo para los ciudadanos.
Viven con sus androides y sus mascotas con cierta inteligencia biogénica.
No se, estoy deseando llegar al lugar para poder probar el último grito en ascensores. Los teletransportadores de corta distancia. Dicen que son 100% seguros.
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